La escultura
como proceso alquímico

A partir del diálogo con la piedra, del lento y cuidadoso tactar, de la observación, surgen formas ya presentes en ella; captar y extraer la forma que yace oculta en la materia. Esta es la enseñanza de mi maestro, Klaus Christ, al que le debo el descubrimiento de este método de trabajo en la escultura.

Transformación o transmutación, ese diálogo con la piedra es el que despierta la curiosidad del “aprender” a percibir sus posibilidades no siempre de manera consciente y hacerse uno con el material en un proceso creativo donde las formas surgidas de sutiles conexiones entre materia y sensación producen encuentros entre lo cóncavo y lo convexo, lo lleno y lo vacío.

Cuando se trabaja la piedra, la materia como elemento de la naturaleza adquiere vida e individualidad, carácter y forma; a un mismo tiempo es el artista el que como mago medieval se trabaja a sí mismo en el crisol de sus sensaciones como alquimista incansable tras la piedra filosofal… y sólo cuando comienza uno  a “conocerse” descubría el verdadero oro, fin último del proceso transformador que sufría él mismo, el autoconocimiento… ¡qué mayor riqueza!

Una obra de arte es aquella que es capaz de transmutar, de mover, de “con-mover” tanto al que la realiza como al que la contempla; de cambiar estados de ánimo, de despertar curiosidad o quién sabe si de descubrir lo oculto…

Agradezco a mis otros maestros que precedieron a Klaus Christ por ayudarme a descubrir el arte y la verdadera creación: Jaime Padró, Irene Olid y Germana Getty.

La escultura
como proceso alquímico

A partir del diálogo con la piedra, del lento y cuidadoso tactar, de la observación, surgen formas ya presentes en ella; captar y extraer la forma que yace oculta en la materia. Esta es la enseñanza de mi maestro, Klaus Christ, al que le debo el descubrimiento de este método de trabajo en la escultura.

Transformación o transmutación, ese diálogo con la piedra es el que despierta la curiosidad del “aprender” a percibir sus posibilidades no siempre de manera consciente y hacerse uno con el material en un proceso creativo donde las formas surgidas de sutiles conexiones entre materia y sensación producen encuentros entre lo cóncavo y lo convexo, lo lleno y lo vacío.

Cuando se trabaja la piedra, la materia como elemento de la naturaleza adquiere vida e individualidad, carácter y forma; a un mismo tiempo es el artista el que como mago medieval se trabaja a sí mismo en el crisol de sus sensaciones como alquimista incansable tras la piedra filosofal… y sólo cuando comienza uno  a “conocerse” descubría el verdadero oro, fin último del proceso transformador que sufría él mismo, el autoconocimiento… ¡qué mayor riqueza!

Una obra de arte es aquella que es capaz de transmutar, de mover, de “con-mover” tanto al que la realiza como al que la contempla; de cambiar estados de ánimo, de despertar curiosidad o quién sabe si de descubrir lo oculto…

Agradezco a mis otros maestros que precedieron a Klaus Christ por ayudarme a descubrir el arte y la verdadera creación: Jaime Padró, Irene Olid y Germana Getty.

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